Argumentación, lenguaje y empatía.
Niña: ¿ Papá por qué cuando llueve, al salir llevas paraguas? Papá: Acompañame y lo sabrás.
La argumentación es el razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega. Es un esfuerzo intelectual de una cuestión lógica, por tanto todos podemos ofrecer razones a nuestras propuestas ya que todos somos seres racionales y que naturalmente actuan de forma lógica y coherente, sin embargo, a pesar de ofrecer razones a una proposición, puede que estas no convenzan a otra persona. Si convencer a una sola persona es fácil, aumentará la dificultad si se pretende convencer a una gran cantidad de personas. Esto último ocurre presisamente por ser seres racionales y así crear razones y respuestas diferentes. Por lo tanto, la racionalidad permite construir argumentos como disentir ante otros.
Ante la pregunta de su hija, el padre prefiere demostrar su actuar invitando a su hija a entender sus razones de salir con ese paragua. Cuando salga con él, seguramente se dará cuenta que la lluvia moja su cabeza y que el paragua permite evitar que el agua desordene su peinado. La argumentación es, pues, un juego de lenguaje en el que los participantes buscan colectivamente y mediante el diálogo llegar a acuerdos válidos intersubjetivamente. Esta validez intersubjetiva se apoya en la fuerza de las razones ofrecidas. Seguramente, la niña no disentirá del uso del paraguas. El ideal es que la persona a quien se dirige el argumento, pueda ponerse en la piel del otro o al menos comprenda su comportamiento o proposición.
Tal como se expondrá en la estructura básica de un argumento, las razones pueden no ser ciertas, siendo más relevante que cada una sea lógica y se estructure ordenadamente. Obviamente, mientras mayor sea la veracidad, mayor será capacidad de convencer al lector de sus razones. La estructura es un conjunto de oraciones utilizadas en un proceso de comunicación, llamadas premisas, que justifican o apoyan otra oración, llamada conclusión, que se deduce, de algún modo, de aquéllas. Todo argumento supone un razonamiento en donde una conclusión se infiere de unas premisas. El nexo que hay entre éstas y aquélla se llama inferencia. Ejem. Si lloras eres sensible.
Lloras
Por tanto, eres sensible.
Textos recurridos: Descubriendo las reglas del juego de la argumentación Tomás Miranda Alonso ( Scielo).